Jesús A. S.
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Acudimos la familia a la consulta de esta persona esperando encontrar a un profesional que nos ayudara. Estábamos en un momento muy complicado, creíamos que era la persona idónea y fue el peor error que hemos podido cometer. Se trata de una persona que, él mismo te lo dice, está cerca de la jubilación, así que él pone sus condiciones especiales para atenderte y tú te tienes que adaptar si quieres ir a consulta. Todo esto está muy bien y es muy legítimo por su parte, pero en su actitud continuada (se justifica y te recuerda continuamente todos estos 'grandes' esfuerzos que él hace para atenderte y que lleva años sin subir la tarifa) parece que te está perdonando la vida y que le tienes que dar las gracias en todo momento porque te dé terapia y por cualquier modificación de horarios que haya que realizar porque no los puedas compaginar con el trabajo o porque quieras cogerte algún día de vacaciones y tengas que saltarte alguna sesión. El caso es que es una persona con una alta consideración de sí mismo que no se corresponde con la realidad ni con la profesionalidad que luego demuestra. Él mismo te dice que es muy estricto en la exigencia de cumplimiento de las normas pero, sin embargo, es muy laxo para ponerlas en conocimiento del cliente o de hacerlas firmar (que es lo que se debería de hacer de forma estricta al inicio del proceso terapéutico), con lo cual te puedes encontrar, como nosotros, en una situación en la que él es juez y parte y, en base a consideraciones personales que él esgrime en un momento dado, puede decidir unilateralmente dejarte de atender. Es decir, tu obligación es acatar lo qué él dice y pagar por las sesiones (incluso pagar por aquellas en las que es él quien llama a alguno de los miembros, que además no está siendo tratado, únicamente para comunicarle y justificarse de los motivos por los que va a dejar de seguir dando terapia a otro miembro de la familia), pero si le pides explicaciones porque hay algo que no ves claro o con lo que no estás de acuerdo, te acusa de poner en tela de juicio su práctica terapéutica y te amenaza con no seguir atendiéndote. Una cosa es exigir respeto al método terapéutico y otra muy distinta basar cualquier actuación o imposición en que el cliente está poniendo en tela de juicio su método. Así es muy complicado crear los lazos de confianza entre profesional y paciente que exige cualquier proceso de terapia. A todo esto, al inicio del proceso terapéutico, como he dicho, marca las exigencias, pero en ningún momento se habla del alcance de la terapia, objetivos, frecuencia y duración aproximada. Da la sensación de que el interés es únicamente el económico con casos sin muchas complicaciones ni compromiso. Es decir, que como cliente, vayas a consulta semanalmente, acates, y pagues, de forma indefinida. Parece que no tienes derecho a conocer más. Y no quiero entrar ya en la descripción de situaciones, muy puntuales, también es verdad, de faltas de respeto. Estas situaciones no deberían de existir nunca porque deben ser intolerables.
En definitiva, cuando estás en una situación en la que necesitas ayuda, aceptas, pagas lo que haga falta y pasas por alto muchas cuestiones y situaciones, como las que he comentado, porque solo quieres tu bienestar, tu mejora y la de tu familia. De esta desesperación se aprovechan algunas personas. Pero cuando, con el tiempo, sales de esa situación y tomas perspectiva de las cosas, te das cuenta de todo ello. Hay grandes psicólogos y psicoterapeutas en la zona, con mucha profesionalidad y con ganas de ayudar y de aceptar retos. No os dejéis llevar por la 'pomposidad' de un CV en una web ni por la desesperación. Es mejor esperar al profesional idóneo que iniciar una terapia con alguien que no te va a ayudar y, como ha sido nuestro caso, que te deja a medias, te deja de atender en el peor momento y que además te empeora.